Pronunciada el día 15 de Junio de 1849,
EN LA DEDICACION DEL TEMPLO DEL PaSO
del Molino, erigido en obsequio de
MARÍA SANTISIMA, BAJO EL SUBLIME
TITULO DE SU PURISIMA E INMACULADA
CONCEPCION, Y BAJO LOS AUSPICIOS DEL
Exmo. SsñoR Presidente de la Repú-
blica, Brigadier Géneral I). MANUEL
ORIBE- — A QUIEN TRIBUTA ESTE TEQUEño
TRABAJO, COMO UNA SEDAL VERDADERA DE
RESPETO E INTIMA ADHESION ACIA SU
persona, su humilde Capellán —
VICTORIANO ANTONIO CONDE.
TEMA.
Sanctum est Templum tuum, mirábile in aquilate, quia in
co cedificabitur Turris David cum propugnaculis ; mille
chjpei pendent ex ea, omnis armatura fortium. — Ex.
Psal. 64, et ex Lib. cant. c. 4. ° v. 4. °
VERSION.
Nuestro Templo, Señor, es santo y admirable en su hermo-
sura, porque en él está edificada la Torre de David con
baluartes ; mil escudos penden de ella, y toda la arma-
dura de los fuertes. Son palabras del Salmo 64 y del
Libro de los cánticos, cap. 4. * verso 4. °
EXMO. SEÑOR.
Esclarecido e ilustre Pueblo Oriental.
Demos gracias al Dios de las misericordias que ha
enjugado nuestras lágrimas, y llena hoy nuestros corazo-
nes de júbilo. Bendigamos sus misericordias, pues
atento á nuestros clamores, propicio á nuestros suspiros,
y favorable á nuestros votos, se ha dignado llenar nues-
tros deseos, viéndole ya colocado en su nuevo Templo.
Esta Torre de David, según la interpretación mas común
de los Santos Doctores, es la Iglesia. La piedra sobre
que está fundada, es inalterable. Los baluartes que la
defienden, no pueden ser forzados. Los empeños de
todos aquellos que tengan la temeridad de atacarla, no
servirán jamas sino para multiplicar sus triunfos, multi-
plicando sus victorias. Mas, si los santos Doctores
aplican ordinariamente á nuestros Templos materiales
todos los elogios que la Escritura hace de la Iglesia
misma ¿ no podremos nosotros aplicar aquel, y sobre todo
no conviene con la mas exacta precisión á este Templo
en particular, cuya nueva colocación nos ocupa en este
dia ? Si, señores : ved aqui la verdadera torre de Da-
— 4 —
vid: turris David; edificada por el piadoso celo del
ilustre magistrado, que preside los destinos de nuestra
cara Patria, para ser como el baluarte de esta feligresía ;
< edifícala cudi propugnáculo. Aqui todos encontrarán
miles de armas, mas eficaces y poderosas que todas las
fuerzas de la tierra, para atemorizar á sus enemigos ;
mille clypei pendent ex ca, omnis armatura fortium. Ah !
señores ! no es estraño ! Este edificio está bajo la pro-
tección de María. Es aqui en esto Templo que su hijo
le ha dado poder de distribuir las palmas y las coronas ;
es aqui en este Templo que la tierna devoción viene á
tributarle homenages, y á ornarla de laureles, que ella
confiesa haber recibido de mano de sus hijos. Y bajo
la salvaguardia de Maria, ¿quien podrá temer? Su
sola protección hace las veces de toda suerte de armas.
I Será necesario, señores, reanimar nuestra confianza ?
Recordemos todo lo que ha obrado en favor de los que
imploraran su socorro ; estos muros, estos altares darán
fé.
Desenvolvamos estas ideas : ellas suponen una mul-
titud de sucesos interesantes : mas á Dios no le agrada
que un vano espíritu de curiosidad nos induzsa á ocu-
parnos de su análisis. Es á la gloria de Maria que yo
los dirijo, y á la edificación de los fieles, porque la gloria
de Maria es inseparable de la instrucción de sus hijos.
En honor de Maria, la dispensadora de todas las gracias
del Cielo, es la edificación de este Templo. Sufrid,
señores, que yo haga una especie de dedicación de este
discurso, y la historia de este Templo mismo me submi-
nistrará los materiales para componer el trofeo que yo
quiero presentar hoy á los pies de su Augusta Titular.
Yo digo que este Templo, considerado precisamente qn
sí mismo, es un monumento de piedad y religión para
toda esta feligresía, y aun para toda esta República en
obsequio de la Virgen, y esto es lo que constituye su
principal gloria, y le acuerda el honor mas distinguido.
Yo añido también que este Templo es un gaje seguro
de la protección de Maria para esta feligresía, y para
toda la República, y esto es lo que forma la materia de
nuestra instrucción. En menos palabras; lo que hace-
mos hoy por Maria, colocando este nuevo Templo ; lo
que debemos esperar que Maria haga por nosotros á
consecuencia de la colocación de este Templo, es la
doble consideración que me propongo examinar breve-
mente en este discurso.
¡ Olí vos ! á quien se consagran tan solemnes home-
nages, madre de mi Dios ! alcanzadnos la gracia de
aprovecharnos de esta solemnidad, y de las instruccio-
nes importantes que ella nos ofrece. Y vosotros, seño-
res, unid vuestros religiosos sentimientos á mis piado-
sos designios; vuestras fervientes súplicas ú mis humil-
des ruegos, para que el Padre de las luces reciba benigno
el corto obsequio de nuestra gratitud en este día ; y
para conseguir mejor esta gracia, acudamos á la que es
nuestra singular pretectora, saludándola reverentes con
las palabras de un Angel. — AVE-MARIA.=
(tema ut surRA.)
Primeva Parte*
s. s. s.
Aunque las obras del Todopoderoso son admirables*
y ninguna de ellas le ha sido difícil, sin embargo, ni todas
ellas nos admiran con igualdad, ni su Magestad procede
de un mismo modo en su formación. El cria los Cielos
y la tierra, y cria también al hombre; todo lo hace sin
costarle mas que una palabra. Pero no sucede asi en
los mas grandes establecimientos que tienen ordinaria-
mente los principios mas mediocres. Asi aquel rio que
Jleva la abundancia, y hace la riqueza y seguridad de los
Estados, no fue en su origen mas que un arroyuelo des-
preciable. El arca del Señor habita largo tiempo bajo
de tiendas, sin que Dios dé ninguna señal de desagrado
á su Pueblo: mas, después que David lleva sobre Jebu-
sén la ciudad de Sion, y establece allí los fundamentos
del trono mas glorioso que ha habido en el universo, se
reprocha á sí mismo de habitar bajo bóvedas de cedro,
mientras que Dios, autor de toda su gloria, no tiene
lugar fijo en Israel.
Que me sea permitido, Señores, asegurar el senti-
miento y disgusto, que atormentaban el piadoso y tierna
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corazón de nuestro esclarecido y digno Presidente, al
observarlas necesidades espirituales, que afectaban á
esta feligresía, y la falta de decencia material 1 para la
celebración de los divinos oficios. Pero, ¿ como preve-
nirlas, desde que esta obra de importancia en todo tiem-
po, lo era mucho mas> en las circunstancias, en que acci-
dentalmente se halla constituida esta líepública? Sus
enemigos, sus implacables enemigos, no contentos con
los males en que la hundieron desde el nefando grito de
insurrección, habían conmovido una agresión extrangera,
que aunque en todos sus actos y pretensiones, llevaba la
divisa de la injusticia y de Ja arbitrariedad, sin embar-
go, le cerraba la puerta principal de sus recursos, y pro-
ducía una subida excesiva en los valores de las cosas.
Por laudables, por dignas que sean las erogaciones que
se hagan en favor de los Templos materiales, nuestra
augusta Religión nos manda preferir sus Templos vivos
á los Templos espirituales. Y ¿ no es cierto, que mu-
chos necesitaban de estos preferentes socorros? Cuan-
tas familias se hallaban privadas de sus esposos, de sus
Padres, de sus hijos, de sus hermanos, de sus deudos, que
eran los apoyos de sus dias. ! La. defensa del Estado los
había arrancado de su compañía para trasladarlos al
campo de batalla. Su separación dejaba inevitable-
mente un vacio, que la caridad y beneficencia debia lle-
nar.
Ved ahi, Señores, otras tantas dificultades para pro-
yectar sobre una obra que aun en tiempos pacíficos y
abundantes seria siempre muy dispendiosa. ¡Oh! Vir-
gen amable ! Disípese yá ese nublado obscurísimo,
pare esa furiosa borrasca, veamos la luz, llegue á noso-
tros ese dia feliz que esperamos, para que en los goces
déla paz y de la tranquilidad, se llenen los deseos de tus
Siervos, erigiéndote habitación, donde tú, y tu hijo sean,
como merecen, adorados. Asi discurro yo hablarían los
piadosos feligreses de este Departamento, postrados ante
los altares, y á los pies de Maria, que es el instrumento
por el que Dios tantas veces ha manifestado su dignación.
Pero ah! que distante estaba Maria de satisfacer sus votos
por los medios que ellos se proponían ! Quería esta
Soberana Señora hacer mas conocida su protección y
mas recomendable la devoción de sus hijos. Asi que sin
remover los graves inconvinientes que los detienen, la
edificación de su casa, se emprenderá, y llevará al cabo
con suma admiración de cuantos lo observen. Tan cier-
to es, que no hay dificultad de que nó triunfe el hom-
bre, cuando se apoya en el socorro del Cielo, y que las
mayores dificultades ceden al empeño de los que des-
confiando de si mismos, todo lo esperan de la Providen-
cia y Misericordia del Señor.
Y á este respecto ¿ nó tenemos entre nosotros mu-
chos recientes ejemplares ? ¿ No hemos visto á esta Re-
pública, nó la hemos visto sostener ejércitos en campa-
ña, al mismo tiempo que un bloqueo tan severo como
injusto le arrebataba sus principales entradas? ¿No
la hemos visto satisfacer reí ij i osamen te sus compromisos
y todas las exijencias públicas ? ¿ No la hemos admi-
rado en medio de los inmensos gastos, que hacia indis-
pensables la guerra, y que todo lo absorvia, atender á los
empleados con una exactitud en los pagos, que aun en
épocas pacíficas muchas veces no se había guardado ?
Y si bien, es justo atribuir estos sucesos á la habilidad,
al poder, al tino del Gran Magistrado que preside por for-
tuna sus destinos ; aun mas justo es descubrir en esto
mismo una singular asistencia del Cielo sobre su perso-
na y una singular protección de Dios sobre su Gobierno:
de otro modo ¿ como le era. posible haber triunfado de
tantos inconvenientes que el génio del mal habia hasinado
para entorpecer su marcha ? ¿ como era posible des-
hacer tantos maléficos elementos que reunidos por la
perfidia, por la traición y por la alevosía de los implaca-
bles enemigos del Estado ofrecían tenazmente continuas
reacciones á los empeños de la justicia y del patriotismo?
Luego ¿ porque habia de temerse emprender la edifica-
ción de este Templo, retraídos por la confluencia de tan-
tas circunstancias azarosas, si la obra corría de cuenta
de! Cielo, y estaba apoyada en la protección de la Vir-
gen ? ¿ Porque no habíamos de animarnos á un proyec-
to que presidia María, y cuya ejecución tenia aparejada
la gloria del Señor, y la exaltación de su santo nombre ?
Tales fueron los sentimientos que sirvieron de estímulo
para decidirse á la obra, que hoy vemos tan satisfacto-
riamente concluida. Se objetarían quizá las necesidades
de los pobres que debían ser preferidos, pero tendrían á
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la mano, para prevenir y refutar esta objeción las pala-
bras de Jcsu-Cristo: Vosotros tenéis siempre con Vosotros
ú los pobres, dijo e! Salvador ; esto es, no hay circunstan-
cia, no hay tiempo, no hay lugar, en que no pueda seña-
larse vuestra caridad en favor de' vuestros hermanos :
pa aperes sonper hnbetis vobiscum : mas á ?ni Vosotros no
siempre me tendréis ; es decir : mas la ocasión de prac-
ticar la A ¡rtíid de la Relijson, erijiendo altares y Taber-
náculos, no se presenta, siempre : me autem non sempsr
hnbetis.
Asi discurrió la devoción : y ¿ qué espectáculo tan
tierno no ofrece desde luego? Acordaos, señores, de lo
que una vez practicó Moisés, dejándose ver en medio de
Israel, penitente y fiel á Ja voz de su Dios. El pide para
la construcción del Arca, y de todo lo que debía servir
ú los sacrificios ; mas, él no quiere sino dones volunta-
rios : sepárate apnd nos : omnis voluntarius, et prono
animo offnrat. A estas excitaciones, que generoso des-
interés ! que fervor liberal ! ¡cuan agradable es ver
como cada uno se empeña en contribuir á la construcción
del Santuario! El puehlo mismo osa disputar en libe-
ralidad á sus principes. Los esposos, como de acuerdo,
buscan en sus tesoros los antiguos ornamentos del lujo
desús padres para consagrarlos al Señor: Viricum
mulieribus. Las mugeres en particular quieren hilar
con sus manos la púrpura y el lino, que ha de extenderse
sobre los altores. Los principes por otra parte, arran-
can las piedras preciosas de sus coronas para enriquecer
los vasos sagrados : Principes obtulerunt gemas. La
viuda misma, pobre y desolada, pero llena de fé, espera
desahogar su dolor, en la oblación que viene á hacer de
la mitad de una moneda. Casi no hay un israelita que
no quiera tener en la obra alguna parte : cuncti filii
Israel voluntaria dedicaverunt. Esta es, señores, guar-
dada la necesaria proporción, la historia de este Templo.
Preguntemos á sus fundamentos: ellos conservarán
siempre la memoria de los nombres respetables de los
que, como Moisés, formaron el proyecto de su edifica-
ción. Oh ! si la modestia no pusiese un sello á mis la-
bios! Yo haría el dibujo de sus intenciones, de sus em-
peño?, y de su celo religioso. Trascendiendo este á los
demás, produjo un movimiento simultáneo, que fué la
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scñíil del que había de realizarse en toda la República,
para que no hubiese uno solo que dejase de admirar una
empresa en que tanto se interesa el culto de la divini-
dad y la gloria de María. Bello espectáculo en efecto !
Y ¿no es asi, señores? Vosotros lo veis, y no es nece-
sario que yo revele lo que está delante de vuestros ojos.
En una época la mas azarosa que tuviera este Estado,
en tan breve espacio, y en medio de las diferentes oscila-
ciones políticas ; cuando todas las clases de la sociedad
se resentían mas ó menos del estado de escaséz que las
afligía, la obra marcha á su término, ofreciéndonos hoy
el consuelo de ver al Señor colocado en su casa con la
decencia que corresponde, y á María presidiendo en
aquel trono, erigido por el fervor y celo de sus hijos.
Gracias os sean dadas, soberana María, porque os dig-
nasteis comunicarles resolución tan religiosa, y poique
los habéis favorecido, para que sus empeños quedasen
del todo realizados. ¡ Que grato no es contemplar lo que
pasa hoy en esta augusta solemnidad, en contraste de
lo que ha tenido lugar en la Europa ! Ay! Mientras
allí el desenfreno de una extraviada filosofía se ha lan-
zado torpemente sobre los santuarios consagrados á
vuestro nombre ; mientras que el célebre Monserrat, el
afamado Aranzazu, y otros monumentos de piedad y
religión han sido despojos de las llamas, y apenas se
descubren las ruinas de unos edificios, que fueron el em-
beleso de nuestros mayares, y estaban santificados con
tantos portentos de vuestro poder y do vuestro amor ;
mientras que en fin, el furor revolucionario en la Espa-
ña, ha pretendido borrar hasta las últimas reliquias do
vuestro culto, destruyendo unos monumentos cuya con-
servación siendo unos milagros del arte, era reclamada
por el mismo honor de la nación ; aqui Señora, aqui en
la República Oriental habéis encontrado corazones
devotos, almas religiosas, que os preparen casa, que os
compongan y adornen el trono donde recibáis públicos
obsequios, y seáis honrada y alabada como lo merece
vuestra grandeza, y vuestra ternura maternal.
Gloriaos, hermanos míos, en esta obra que tanto os
ennoblece, y tanto honor os depara ; felicitaos por todos
los sacrificios que habéis hecho para verla perfeccionada;
conservadla como un timbre do gloria inmarcesible ; y
sí vuestros hijos os preguntasen que objeto tiene este
vistoso edificio, decidles que esta es la casa que habéis
consagrado al Dios Soberano en honor de la Virgen su
augusta Madre, bajo el sublime título de su Purísima é
Inmaculada Concepción, y una especie de trofeo eternal
erigido á María en demostración de vuestro celo y de
vuestra cristiana piedad. Pero abandonaos también
desde hoy á las mas consolatorias esperanzas, porque si
la colocación de este Templo es un monumento de vues-
tra devoción y de vuestro fervor en obsequio de María,
ella es igualmente una prenda segura de la especial pro-
tección de María en favor vuestro, que es la materia de la
Segunda, Parte-
Mas ay! que no me sea posible dar la extensión
debida á esta parte de mi discurso ! Que no me sea per-
mitido admirar dospacio la grandeza de este nuevo
Templo, la magestad de su culto, el aparato de sus sacri-
ficios, la devoción y dulzura de sus cánticos, la fragancia
de sus perfumes, y las alabanzas que se rinden al Altísi-
mo. Este Templo es la casa de adoración, de sacrificio,
y de oración. Sí, señores! En nuestros templos, dice
San Juan Crisostomo, están encerradas las mas precio-
sas reliquias : ellos son el objeto de nuestras mas dulces
esperanzas. Qué hay en estos lugares que no sea con-
solante? Que santo y delicioso es ese altar, donde
nuestro Dios viene á ser nuestra propia nutrición ! Que
magníficos esos vasos sagrados, de los cuales corre todos
los dias la sangre de un Dios ! Y ese Tabernáculo del
que nosotros podemos decir muy bien, que encierra la
misecordia misma, cuan augusto es ! De que alegría
su sola vista debe saciarnos! Que calma, que gozo
derrama sin cesar en las almas la lectura de las Santas
Escrituras que aquí se nos esplican, que aqui se nos excita
á meditar ! En este lugar que los esclavos de Satanás
recobran su libertad, y en el que nuestro Dios jamas
deja de acordarles la mas perfecta amnistía! Los rebel-
des aqui son recibidos en gracia, y los hijos dóciles aqui
obtienen el justo precio de su fidelidad! Asi habló San
Juan Crisostomo. Apliquemos, señores, estas ideas
— n —
generales á este nuevo Templo, cuya solemne colocación
Soy gustosamente nos ocupa. Aquí, bajo los auspi-
cios de la Reyna de las Vírgenes, la edad mas débil, el
sexo mas frágil se premunirán seguramente contra la
peligrosa seducción del mundo. Aquí* bajo 1 QS auspicios
de la Reyna de la paridad, los afligidos encontrarán
sólidos consuelos, y arbitrios para mover á los corazones
de sus prójimos para que tomen parte en sus desgracias.
Aquí, bajo las influencias de la Reyna de la sabiduría,
los guerreros aprenderán á regularizar su valor, y á
despreciarla muerte por la esperanza de una vida eter-
na. Ignis est iste perpetuas (¡ui numquun dejicidt : sí,
señores; es en este Templo donde arderá siempre el fuego
de la protección de María, fuego sagrado, fuego nías
precioso y mas puro que aquel que se mantuvo en otro
tiempo sobre el altar de los holocaustos. Nuestros pa-
dres, siempre fieles, lo conservaron ; la mas sana doctri-
na lo nutre y lo inflama de dia en dia. Ignis quern nptriet
Sacerdos . La gratitud de María para con sus hijos ; la
vista de este hermoso edificio edificado para su gloria,
lo encenderá mas y mas.
Y ¿ cómo no ? Si se trata de una Reyna que paga
á sus súbditos ciento por uno los obsequios que se le ha-
cen? Perdonad, señores, estos detalles; tales son los
gajes de la misericordia que nosotros esperamos aqui de
Maria y es sobre ellos que nosotros esperamos en electo,
lo que Salomón pidió á su Dios, al terminar la dedicación
de su Templo. Sí, señores, los ojos de la Madre de las
misericordias estarán abiertos de dia y de noche sabré
todas las necesidades de sus hijos. Si nosotros irritáse-
mos la cólera de Dios por nuestros pecados ; si nosotros
forzásemos á su justicia á hacernos sentir el peso de su
brazo, sea que cierre al Cielo, rehusándonos los rocíos
bienhechores que fertilizan nuestros campos ; sea que.
las cataratas del firmamento nos .amenacen de anegar
nuestras casas ; sea que eorrompa los aires para llevar
la muerte vengadora sobre nuestro interior culpado ;
sea que él castigue al hombre por medio de los mismos
alimentos que sirven á su conservación ; entonces, si
nosotros viniésemos á este lugar, á implorar por medio
de Maria su misericordia, desde lo alto de su trono él
nos oirá favorablemente, porque es imposible se niegue
12 —
á la interposición de tan santa y digna mediadora.
Todas las veces que la República Oriental del Uruguay
se viere precisada á tomar las armas para la defensa de
su libertad, independencia, y quietud, vendrá á los pies
de aquel altar, á suplicar á María, que se ponga á la
cabeza de sus armas. Sí, señores, María se armará
también en favor nuestro. Mjs sobre todo ; después de
haber animado el intrépido ardor, y sostenido la noble
confianza de nuestros guerreros ; que no tarde en vol-
vernos las preciosas ventajas de la paz. Si nuestros
mismos enemigos vienen á adorar al Señor en este santo
lugar (ah 1 conozcan de una vez que la mano fuerte, el
brazo extendido de nuestrcr Dios, se deja ver con grande
magnificencia sobre nosotros) si nuestros enemigos,
repito, vienen á adorar al Señor en este santo lugar; sí,
virgen santa, nosotros os suplicamos que los oigáis ; mas
al mismo tiempo inspiradles sentimientos de arrepenti-
miento, saludables desengaños, inclinaciones pacíficas,
y una convicción íntima de su nulidad, de su impotencia
para dañarnos, desde que Vos, Señora, presidís nuestra
causa, y marcháis al frente de nuestras empresas. A
tanto se extiende, señores, la esperanza que nosotros
concebimos hoy en este santo lugar ; esperanzas, voso-
tros lo conocéis, sólidamente fundadas. Entre-tanto
cuidemos de asegurarlas y de conservarlas con nuestra
conducta, y con el porte arreglado (le nuestra vida : asi
pensaba San Agustín. Sin esto, tantos bellos gajes de
la misericordia de María sobre nosotros, vendrán á ser
quizá las ocasiones de la mas terrible venganza. No
importa poseer estos ilustres monumentos de la miseri-
cordia del Señor, si ellos no son para nosotros una oca-
sión que nos merezca que el continué derramando sobre
nosotros sus beneficios.
Yo pruebo esta verdad, decía San Juan Crisostomo,
por el ejemplo del templo de Jerusalcn. Este templo
que presentaba tantas señales del amor de Dios para con
su pueblo ; donde se conservaban tantas prendas mila-
grosas de su beneficencia, donde Dios habló continua-
mente por boca de sus Profetas ; este templo, la obra
ge.fe, no ya de la industria de los hombres, sino de la
sabiduría divina, pues que el mismo Dios le habia ins-
pirado el modelo á Salomón ; este templo tan niages-
— 13 —
tuoso cayó en tan- grande menosprecio por la deprava-;
don de los Judíos, que después de la cautividad de
Babilonia, no se llamó ya sino una caverna de ladrones ;
de suerte que al fin fue tomado por los bárbaros, que lo
profanaron, y lo destruyeron completamente. Consig-
nemos, señores, otra prueba de la verdad que vamos
examinando con otro ejemplo no menos tocante y espre-
sivo. La famosa ciudad de Constantinopla habia sido
consagrada á Maria por un augusto fundador con una
pompa y magestad sobresaliente. Constantinopla era
tan particularmente dedicada á Maria, que aun llevaba
el nombre de esta Señora por timbre de su gloria. Sus
emperadores, al retornar de sus expediciones las mas
gloriosas, colocaban la imagen de María sobre el darro
triunfal, y no querían para sí mismos otra gloria que la
de seguir como cautivos la pompa de sus triunfos.
Constantinopla á mas de esto poseia un gaje de la pro-
tección de Maria, aun ma3 esclarecido, si asi puedo
decirlo, que este templo en que estamos reunidos. Una
imagen de Maria Santísima, pintada en otro tiempo por
San Lucas, era su principal estandarte, y la salvaguar-
dia de su Imperio. La Grecia bajo este estandarte fué lar-
go tiempo invencible. Mas, Constantinopla al fin dege-
neró; un cisma obstinado la separó del seno de la Iglesia
romana ; el lujo y la molicie Asiática, empezando por
afeminarla, acabó por corromper enteramente sus cos-
tumbres.
Constantinopla entonces no probó mas la protección
de Maria sino por los azotes con que Dios la afligió para
volverla á su deber. Las revoluciones se sucedieron
rápidamente las unas á las otras ; hasta que al ftn can-
sada de las continuas resistencias de este pueblo pérfido,
María lo abandonó. Entonces aquella imagen que ha-
bia sido tan largo tiempo la fuerza de los guerreros, el
sosten del trono, el baluarte del imperio cayó ella misma
en las manos del bárbaro vencedor ; y la Grecia, per-
diéndola, perdió con ella su liberdad y su gloria.
Asi, señores, cuando un pueblo se hace indigno do
las misericordias del Señor, pierde las prendas que él
le había dada de su protección ; de suerte que queda
espuesto sin defensa á los golpes de la justicia. El arca
entra en el campo de Israel. El Ssñor entra al mismo
— 14 —
tiempo. Si, señores: el señor Dios (le las victorias, por-
gue él encuentra un pueblo fiel. Mas si este pueblo me-
rece los castigos, la pérdida del arca misma es el primer
golpe, el golpe mas terrible de un Dios que se propone
hacerle sentir el peso de su justicia. Ah ! recurramos
todos á Mai ia, siempre que ella se dígne interceder por
nosotros, nosotros seremos salvos : pero sepamos merecer
su protección. No, no esperemos hacerla la protectora
de nuestros crímenes ; no esperemos qué su crédito nos
ponga á cubierto de la justicia de nuestro Dios ; mas él
nos ayudará á satisfacerla ; él hará agradables nuestras
satisfacciones ; y para concretarme mas á mi asunto,
este ); iiuevo templo será para nosotros una prenda segu-
ra de la protección de María, si nosotros lo frecuentáse-
mos en adelante con reconocimiento, con confianza,
con respeto. Reanimad el reconocimiento en vuestros
corazones. Los muros de este templo nos avisan los be-
neficios que debemos esperar por la intercesión de Ma-
ría ; es pues un homenaje de acción de gracias el que
es necesario venir á rendirle en adelante en este lugar.
La misma prontitud con que se ha realizado esta obra,
la misma facilidad con que, apesar de la penuria de los
tiempos, y de otros tantos inconvenientes, de que voso-
tros mismos habéis sido testigos, há sido llevada á su
terminación ¿ no es una prueba de la visible asistencia
de María y del cuidado que ha puesto en velar y en ha-
cer felices vuestros trabajos ? El resultado dichoso de
estos mismos trabaos ¿ no es una demostración sensible
de su bondad ? ^ue este reconocimiento lo anime tam-
bién la confianza mas viva y mas tierna. Formémonos
de este templo un abrigo contra todos los rayos con que
el señor irritado nos amenace. Esta confianza no es ni
supersticiosa ni mal fundada. Dueño absoluto de sus
gracias nuestro Dios ¿ no tiene derecho de ligarlas á la
condición que á él le plazca 1 En fin, que el' reconoci-
miento, la dulce confianza, que nos han conducido al pié
de estos altares, penetren aquí nuestros corazones de un
temor respetuoso. La bendición santa, derramada sobre
estos muros, deje en todo este recinto una impresión de
tn agesta d, que sobrecoja de un secreto horror á todos
euíTntosse les acerquen ; ó mas bien, que nuestra fé
supla á toda impresión sénsible.
— 15 —
Este es, Hermanos míos, el palacio de nuestro Dios;
su Madre, á quien nosotros honramos, tiene después de
él, el primer lugar. El Señor reside aqui él mismo en
toda la plenitud de su magestad. Ved el trono donde él
viene corporalmente á recibir nuestros ivomenages ; ved
el tribunal donde él nos juzga. Los Sacerdotes son los
ministros y los dispensadores de sus gracias. Sus teso-
ros están siempre abiertos ; cada uno puede en todo
tiempo venir y pedir según sus necesidades. Mas acor-
daos, que aquellos lugares donde el Señor ejerce sus mas
grandes misericordias, son los mismos donde él ejerce
sus mas tremendas venganzas, cuando se le obliga á cas-
tigar. Acordaos que aqui mira con distinción á la mul-
titud de adoradores que llena su casa, separa á los cabri-
tos de los corderos, pronuncia decretos de muerte y de
vida. Acordaos que aqui tiene en una mano coronas y en
otra rayos ; y que distinguiéndonos á todos, escribe sobre
nuestra frente de un modo invisible los caracteres de
elección ó de nuestra reprobación.
Venid, pues, apresuraos vosotros todos los que per-
tenecéis al Señor, y que amais verdaderamente á Maria.
Daos prisa para reuniros en este lugar santo. Un di-
choso porvenir os prepara el Señor, movido por los pu-
ros votos con que Maria se interesa en que recompense
vuestra piedad, y os colme de dones superiores á los que
recibieron nuestros Padres. Este templo será para vo-
sotros el canal de toda suerte de gracias, y la misericor-
dia del Señor se manifestará aqui por los mas grandes
prodigios de su poder. Y ¿ quien podrá dudarlo ? sobre
todo ahora que este templo acaba de recibir una vida,
una decencia, y un esplendor que jamás habia tenido ?
Ahora que acaba de ser constituido habitación perpetua
de Maria ? Ah ! señores, permitid que derrame dulces lá-
grimas, y que postrado ante aquel augusto altar, recuer-
de con vosotros, poseído de un profundo dolor, las inju-
rias y ultrajes inferidos á esta imagen de Maria Santí-
sima con los mas horrendos sacrilegios ! O impiedad t
O barbarie ! A quien no enternecerán hechos tan bárba-
ros é inauditos, perpetrados por un espíritu de la mas
execrable codicia, y poruña impiedad la mas obstinada?
Loor, y gloria eterna al gran Padre de la Patria, al
digno Magistrado que nos preside, al inmortal General
Oribe, porque con tanta heroicidad cristiana, y poseído»
do sentimientos tan religiosos, ha resarcido estos ultrajes
y sacrilegios, erigiendo- este Tabernáculo para colocar
en él á esta augusta Reyna : á esta imagen de María tan
antigua como la fundación de esta República: á esta
imagen de Mana, que colocada en medio de nosotros,
cual otra señal de paz y de reconciliación, ha sido la
primera á quien nuestros Padres han tributado sus obse-
quios y adoraciones, y laque hoy ha sido levantada del
mas profundo abatimiento por la mano liberal y piadosa
del esclarecido Gefe que nos preside. Felicitaos, fieles
hijos de Maria ! Vosotros á quienes os ha tocado la
fortuna de poseer este ilustre monumento, dedicado á Ma-
ria : consagradla vuestros cánticos, y anunciad á todo
el universo este tesoro de gracias y de bendiciones: ve-
nida su templo constantemente, y postrados ante aque-
lla imagen, pedidle por la conservación de nuestro Ma-
gistrado, pues es el único que el cielo nos ha deparado en
estos tiempos, para llevar á la cumbre de la prosperidad
los sagrados derechos de vuestra santa Religión, y de
nuestra amada Patria \ Bendición, gloria, y gratitud
eterna á todos aquellos que han cooperado al objeto y
blanco de los trabajos y deseos de erijir este glorioso é
inmortal establecimiento en honor de Maria! Bendi-
ción. gloria, y gratitud eterna á la República Oriental
del Uruguay, que con tan puro júbilo y noble entusiasmo
abriga en su seno generoso este nuevo monumento, con-
sagrado al culto de Maria !
Sanctum est Tem.pl um tuum, mirabde in esquítate, quia
i ti eo esdíficabitur Turris David cum propugnuculis: mille
clypci pende nt ex ea, ornnis armatura fortium.
V ed ahí, amados compatriotas míos, la breve y su-
cinta idea de la erección de este Santo Templo, que si
por la escaséz de mis luces, no he analizado exactamente,
al menos suplirán los sentimientos de la mejor voluntad
con que me hice cargo de tan ardua empresa. Mi sumi-
sión á la voluntad suprema, es la que me ha hecho ad-
mitir el encargo de hablar hoy á este pueblo de valientes
Orientales, y por tan alto honor presento al Exmo. Sr.
Presidente ini más profundo reconocimiento. Queridos
compatriotas inios! Ojalá me viese yo poseído de una
competente elocuencia, p ira infundiros los sentimientos
aobles y patrióticos que adornan la persona de nuestro
esclarecido Gefe ! Ojalá pudiera infundiros los senti-
mientos de su alma grande,' inflexible, constante, tanto
entre las aclamaciones de sucesos memorables, cuanto en
medio de contrastes desgraciados, que no le han sido
dado evitar. Marchando al punto que le llevan sus
patrióticos sentimientos á favor de desenlaces felices, ú
oprimido con el golpe de azarosas multiplicadas ocur-
rencias, que todo lo enervan y paralizan, siempre
se le oye el mismo lenguaje, siempre medita, y siem-
pre clama : consérvense la libertad , soberanía, i inde *
pendencia de la República <, y piérdase todo. Con seme-
jante apoyo, no temamos que se nos arrebate este don
del Cielo. Su valor, su previsión, su fortaleza, superan
los peligros. El amor á la libertad presentó famoso á
Josué en sus combates ; el mismo amor que ha fijado su
asiento en el corazón de nuestro esclarecido Ge fe, vivifi-
cará, y haiá subir al último grado el espíritu patriótico.
Y entonces, Orientales, bastándoos á vosotros mismos,
sin mas escudo que vuestros pechos inflamados por el
ejemplo del genio que está al frente de vuestros destinos,
diréis como los hijos de Licurgo: tenemos morada , vesti-
dos y pan ; tenemos fierro y brazos para servir á la Patria ;
tenemos almas libres , vigorosas , inflexibles , incapaces de
sufrir la miseria y la esclavitud; venga enhorabuena
esa confusión maléfica de gentes extrañas, y de desertores
de la causa americana; el mundo entero conocerá que
hay quien defienda los sagrados derechos de nuestra Pa-
tria; pelearemos por ella, y nadie, nadie mancillará
nuestro nombre. Por el contrario, nuestra gloria riva-
lizará con la de los ilustres Personages, que nos dieron
una Patria libre, soberana, é independiente.
Orientales! á vista de tanto heroísmo habrá algu-
no entre vosotros, que no desee tomar parte en las Liti-
gas de nuestros hermanos 1 No hay uno solo. Núes-
tia cara Patria vé en todos sus hijos, otros tantos solda-
dos dispuestos á defender sus derechos, y á marchar
donde el peligrólos llama para sostenerla. Hoy deseo
que mi voz penetre en todos los lugares donde se hallen
Orientales extraviados, para hacerles escuchar el llama-
miento que la Patria, cual una Madre tierna les hace ;
para presentarles el perdón, que generoso y magnánimo
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les otorga el Gobierno, pues le es doloroso verlos ajados y
oprimidos bajo el yugo extrangero. O sostener nuestro
sistema, y con él nuestra amada Patria, ó eslabonar
nuestros dias con la cadena del infortunio. Tal y tan
grave es nuestro empeño. La suerte está tirada, y nues-
tro destino identificado con el destino de la Patria. La
muerte es menor mal, que la miseria y la esclavitud.
La vida sin honor, sin libertal, y sin derechos, no es uu
bien ; es una carga insufrible y tediosa para el hombre.
No olvidemos jamás las acciones de los ilustres Heroes
que proclamaron el primer .grito de Libertad.
Entre tanto, acerquémonos á las aras del altar san-
to. En dia tan fausto levantemos nuestras Yoces de jú-
bilo y gratitud eterna al Gran Padre de las misericordias.
Ante la faz del inundo confesemos y alabemos á nuestro
Dios : todas las criaturas rindan homenage y adoren los
impenetrables designios de su divina Providencia. Si,
Dios mió 1 Permitid que el mas indigno de vuestros Mi-
nistros se atreva á interrumpir el himno sagrado de vues-
tras alabanzas, para ser inte.rprete de los fervientes vo-
tos que en este momento os dirigen todos mis hermanos.
Salvad, Señor, vuestro pueblo católico, esparcido por to-
ta la tierra, que no haya uno solo de cuantos le compo-
nen, que sea victima de la impiedad, de las pasiones, ni
del intierno. Salvad á todos. Salvad, Señor, y te lo su-
plicamos con particular empeño á la República Oriental
del Uruguay, pues tan generosa é interesada se muestra
en el engrandecimiento de vuestra Religión santa. Re-
ciba de vuestras manos la suspirada paz, que el mundo
no puede darla ; esa paz, cuya aurora ya brilla en el
orizonte politico. Libradla de las asechanzas de todos
sus enemigos, los hijos desnaturalizados, y las gentes ex-
trañas, que intenten contra ella. Bendice, Señor, y col-
ma de tus celestiales favores á tu preciosa heredad la
santa Iglesia. Salva y bendice á la suprema cabeza de
ella, y viva feliz y dichoso, Nuestro Santísimo Padre el
Señor Pió IX: logre su celo ver aumentado el reyno de
Jesu-Cristo, y dilátenle con nuevo lustre y esplendor las
conquistas de la Iglesia ; sea confundida la impiedad,
derrotada la heregia, y burlados los esfuerzos del infier-
no. Disipad, Señor, como el humo esa conjunción ma-
léfica de hombres impíos, que se han atrevido á tocar la
persona venerable de vuestro ungido. No permitáis que
su presencia venenosa llegue á iníieionar la pureza y
santidad del rebaño que le habéis encomendado. Res-
tituidlo cuanto antes al solio Pontificio, con un triunfo
completo sobre todos sus enemigos. Salvad, Señor, al
Supremo Magistrado de la República, al eminente ó
ilustre General Oribe. Bendita sea una y mil veces
vuestra adorable Providencia por habérnoslo dado en es-
tos tiempos borrascoso?, y por haber depositado en él tan*
to acierto, tanta sabiduría, tanta previsión, tanta noble-
za de ánimo, y un tan acendrado deseo de conservar ilesa
la gloria y esplendor de la República. Conservad su
preciosa vida. Conservadlo al frente de los negocios
públicos. Salvad, Señor, á. la República argentina, y á
todas lasque componen el continente americano, y ha-
ced que asi como ambas Repúblicas del Plata han ex-
perimentado los tristes efectos de una guerra tan pro-
longada como desoladora, sean á la vez participes de
una paz sólida y honorable. Salvad, Señor, á nuestros
dignos Representantes, para que dirijan á esta Repúbli-
ca con acierto, y honren con sus esfuerzos. Finalmente
salvad, Señor, este devoto auditorio, conservando á todos
en vuestra gracia, dadles constancia en sus propósitos, y
copiosas bendiciones para si y para todas sus familias.
¡ Oh María ! Dignaos de verificar este bello pre-
sagio. Desde ese elevado trono, que se os há prepa-
rado en este lugar, fijad esos ojos amorosos sobre todos
nosotros ; 'agradeced los obsequios que os rendimos en
este dia. Haced ^Madre amable, que seamos superiores
á nosotros mismos, vencedores de nuestras pasiones,
triunfadores del infierno, conquistadores del Cielo, donde
en vuestra compañía entonemos el himno de la feliz in-
mortalidad. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del
Espíritu Santo. Amen.